Me resulta asombroso ver los líos que se montan en el mundo cada dos por tres.
No salimos del tema de la gripe, que estamos hasta las cejas metidos en una crisis, unos cuantos terremotos nos remueven hasta las conciencias,cuando, de repente, un volcán clase tres hecha unas cuantas toneladas de humo, y venga, todo el mundo al suelo. Da que pensar en nuestro modo de vida, en lo felices, como civilización digo, que nos creemos, y cualquier volcán, o cualquier banquero codicioso, nos paraliza, por no hablar de un virus gallináceo o porcino, vaya Ud. a saber. Mi abuela, y quien no es mi abuela, tienen o tenían, depende de su estado vital, la costumbre de soltar la frase clásica de todos los funerales: "no somos nadie"-frase que requiere un análisis léxico importante, porque si no somos nadie, es que somos algo, no?-
Y cada mañana, cuando me entero de las noticias, me acuerdo de mi abuela, y de la madre de algun@ también, depende del tema.
Puede ser que el problema sea otro, desgracias y volcanes han habido siempre, sátrapas y codiciosos, más que agua en la mar, entonces ¿donde está el problema?- pregunta retórica-, el problema está en la información, nos enteramos de muchas cosas en exceso y demasiado rápido, encima nos enteramos de forma tendenciosa y manipulada la mayor parte de las veces.
La solución definitiva a todos los problemas está clara: hay que matar al mensajero, que no nos toquen tanto las narices, que informen lo justo, y si puede ser edulcorado, que conviertan esta vida nuestra, en un cuento rosa, y así, con la felicidad de la ignorancia, viviremos dichosos en un orwelliano mundo, vigilado por el Gran Hermano. Bueno, lo último no hace falta, que si algo nos sobra, son grandes hermanos vigilantes.
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